La muerte vencida y el rey triunfante: la "Corona de la Gloria" como idea del Estado y del buen gobierno en las honras reales de Felipe IV.

De los siglos XVI al XVIII, el fallecimiento de los monarcas de la Monarquía Hispánica - momento crítico por el vacío de poder que implicaba - era sin embargo convertido en una ocasión de pregonar ante el mundo las excelencias del rey difunto, de forma que los reinos que gobernaba participaban de esa exaltación.
Todo ello debía contraponerse a una realidad física, el fin del personaje de carne y hueso, cuyo cadáver había sido previamente exhibido, situación que era preciso contrarrestar ofreciendo esperanza y perspectivas positivas, lo que sólo podía hacerse desde el ámbito religioso y la certeza de una vida eterna en la Gloria. Además, debía afianzarse el concepto de Dinastía, cuya longevidad – plasmada en la sucesión- se identificaba con la buena salud política del país.
Así, se desarrolló una estrategia basada en la acción dramática, en la que la angustia ante el poder universal de la Muerte es seguido por la derrota de ésta, desarmada por el mismo Dios. Múltiples recursos, tanto visuales como literarios, ofrecieron a los espectadores numerosas claves y símbolos que reflejaban estas ideas.
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